Es deplorable tener que llegar a inventar hechos o acontecimientos para obtener un reconocimiento, méritos, felicitaciones o hasta créditos inexistentes por la información. Se supone que tales hechos no son propiedad de nadie, mucho menos de algùn excéntrico periodista o de un refinado reportero; entonces ¿por qué esa ardua necesidad de embellecer hechos estrictamente objetivos?.
El papel de la credibilidad aunado a la objetividad son, y si no debieran ser, completamente adquiridos por el periodista al momento de entrar a cualquier medio de comunicación; su responsabilidad social debe ser más importante que su afán por sublimar su realidad.
Es cierto que, la objetividad no va de la mano con el absurdo aburrimiento del relato de los hechos, sin embargo no se debe exagerar en el uso de calificativos, hipérboles, metáforas y aliteraciones, para además de no poner en evidencia la falta de acervo literario del lector, evitar resaltar la hipocresìa de la desmedida cultura del redactor.
Por otro lado, y sin dejar deslucir al escritor, si una nota publicada tiene algùn tipo de error, también es culpa de su editor o personas a cargo de revisar el documento. Así que, por ende, si la información agrede a uno o varios individuos, es menester que se tomen cartas en el asunto, por parte de todo el equipo editorial, para reestructurar el daño causado.
Recordemos que la ética y la moral son imprescindibles en cuanto al profesionalismo en medios se refiere, ya que se necesita gente con valores bien definidos, para que al dar a conocer los hechos no se lleguen a tergiversar.
Así que tomemos nota, ya que para no incurrir en detestables escritos exagerados, se necesita una visión objetiva de los hechos presentados y una capacidad amplia de discernimiento.
La realidad tiene de por sí una hipérbole muy grande...
ResponderEliminar